Recesión, en 2023
Una de las mayores calificadoras de valores en el mundo es Moody´s, que no ha sido ni remotamente condescendiente con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y su política hacendaria. Ahora, el 25 de julio, Alfredo Coutiño, director de esa calificadora para América Latina, puso el cascabel al gato.
De acuerdo con los cálculos de dicha calificadora, México tiene una alta probabilidad de entrar en recesión para 2023, con una duración aproximada de un año. El año electoral, vale puntualizar.
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El análisis de Coutiño tiene sentido.
Estados Unidos entrará en recesión en poco tiempo, por lo que es natural que baje su consumo y esto le impacte a uno de sus dependientes comerciales más sensibles, México.
La lista de debilidades que Moody’s Analytics tiene de México, es de espanto, entre los que sobresalen los altos precios de las materias primas, y el debilitamiento de la demanda interna ante una mayor restricción monetaria para contener la inflación.
Diríase que la inflación obligará al Banco de México a apretar la política monetaria y con ello, reducir el circulante.
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Moody´s calcula que la economía mexicana tocará fondo en el cuarto trimestre de 2023.
También advirtió que la inflación quedará totalmente contenida a mediados del 2025. Con estos datos, tome sus precauciones. En resumen, 2023 y 2024 vienen con créditos caros, poco dinero líquido y desempleo, tanto en Estados Unidos como en México.
Por este último dato, considere que los familiares avecindados en territorio estadounidense no la vayan a pasar muy bien, así que podrían disminuir los recursos que envían como remesas a su terruño.
Prevéngase y platique con los suyos.
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No se espere a que lleguen los problemas para intentar remediarlos.
De las anécdotas que se cuentan
Respecto al lodoso tema de la suspensión y posterior puesta en marcha de los trabajos del Tren Maya en el Tramo 5, el cual fue suspendido unas semanas por el juez federal Adrián Fernando Novelo porque el proyecto no contaba con la autorización de impacto ambiental, las cosas se complicaron a medida que pasaron los días, por ejemplo: el sobreprecio de la obra.
El tren fue suspendido a finales de mayo pasado, tras la gestión de un colectivo llamado “Sálvame del Tren” y cierta participación de Greenpeace. Con todo, se dice que en realidad nunca se detuvieron las obras y siguieron operando pese a la orden del juez.
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El delirio alcanzó su clímax cuando el titular del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), Javier May, mencionó que la obra reanudó sus actividades, porque el gobierno federal “consideró que se trataba de un proyecto que atañe a la Seguridad Nacional, por las vías férreas”.
La decisión se dio en una sesión del Consejo de Seguridad y de acuerdo al director de Fonatur, “los interesados, que es la Secretaría de Seguridad Pública y la Secretaría de Gobernación fueron los que determinaron que la obra reinicie”, en una declaración que suena a deslinde y pretexto.
El Tren Maya y sus más de 1 mil 500 kilómetros de vías férreas, distribuidas en siete tramos, está arrasando con poblaciones, agua, animales, vegetación y el Estado de Derecho.
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La especie de que las vías férreas son el punto que vincula a esta decisión presidencial con la Seguridad Nacional, permite entender que las pérdidas en la biosfera son irrelevantes para un proyecto que carece de toda viabilidad financiera y social.
Junto al aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA) y la refinería Dos Bocas que no refina nada, el Tren Maya es el otro integrante de un portafolio de “elefantes blancos” que tardarán una generación en ser eliminados o rehabilitados, lo que suceda primero.
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*ARD