Muerte en el Suntory
En el reconocido restaurante Suntory de la Ciudad de México, Jesús Hernández Alcocer, de 79 años de edad, departía con una mujer no identificada. En esas andaba cuando llegó su esposa y le reclamó. Sin mayor trámite, el personaje en comento sacó su arma y le disparó a su consorte, quien murió casi instantáneamente.
El hombre fue detenido por elementos de Proximidad Blindar BJ, quienes llegaron casi de inmediato al establecimiento ubicado en la colonia Del Valle.
Mientras se realizan las investigaciones por parte de las autoridades capitalinas, la memoria comienza a hacer lo suyo y es cuando aparecen datos sobre este personaje. Sin embargo, preguntando inician las sorpresas.
En los años en que Felipe Calderón era presidente de la República, se rumoraba con insistencia que este hombre era cercano al general Guillermo Galván, entonces secretario de la Defensa Nacional y que por eso intervenía en asignaciones directas para beneficiar a ciertos proveedores. Nunca se desmintió o confirmó la especie.
Por otra parte, se le veía como una suerte de gestor al interior del Tribunal Superior de Justicia de la capital del país, cuando el mandamás era Édgar Elías Azar.
El doctor Mauricio Saldaña comparte de su archivo, una copia en PDF de la Averiguación Previa AP/PGR/UEIDCSPCAJ/CAJ/MXI/192/2011 que mostraba como presuntos responsables a: Sergio Armando Valls Hernández, Manuel Baraibar Constantino y José Pablo Pérez Villalba, además de Alejandro Luna Fandiño, el obispo Onésimo Cepeda Silva, Jaime Matute Labrador y, a Jesús Hernández Alcocer.
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La trama tenía como fondo un presumible abuso por 130 millones de dólares, en contra de la señora Olga Azcárraga Madero, ya finada, en su carácter de representante de Arthinia Internacional SA, por la supuesta falsificación de un pagaré, firmado por la señora, a favor de Onésimo Cepeda.
El documento traía historia al menos desde 2005 y en las 77 fojas del documento expedido por la subprocuraduría de Investigación Especializada en Delitos Federales de la entonces Procuraduría General de la República, se apunta el No Ejercicio de la Acción Penal contra los inculpados.
En ese entonces, Sergio Armando Valls Hernández era Ministro de la Suprema Corte de la Nación al tiempo que Manuel Baraibar Constantino y José Pablo Pérez Villalba eran Magistrados Integrantes del Octavo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito.
Las vueltas que da la vida.
Cuando se dio el No Ejercicio de la Acción Penal, Onésimo Cepeda y Hernández Alcocer celebraron su victoria en el mismo restaurante en el que ahora, tristemente se daría a conocer el segundo, por su violencia extrema en contra de su esposa.
Se rumoraba que este personaje había sido socio de Ignacio Gilberto Silva Hernández, en su momento director general de Control de Amparo en la entonces PGR, operando a favor de los temas que le interesaban a Elías Azar.
Las cosas ya eran de extrañar, cuando en 2002, por un adeudo de 800 mil pesos de un crédito para una concesión de la zona federal de ornato, el ayuntamiento de Acapulco intentó embargar al hotel Gran Meigas, pero la acción fue suspendida tras un acuerdo entre el representante de esa empresa y el área de fiscalización del ayuntamiento,
El nombre de Hernández Alcocer apareció, pues se dijo que él vendió el hotel a la cadena Gran Meigas, mencionando que en realidad ésa y otras propiedades eran administradas por él, pero habían sido adquiridas en su momento por Joaquín Hernández, “La Quina”, líder emblemático de del sindicato de Pemex, por décadas.
Así, Hernández Alcocer tiene una amplia trayectoria en el huracán, en medio de innumerables rumores.
Es de entenderse que las aguas se muevan ahora que ha caído en un escándalo que le dará una visibilidad innecesaria e incómoda para operar a trasmano, como lo ha hecho por mucho tiempo.
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De las anécdotas que se cuentan
1.- La impunidad se regodea en las colonias populares de Puebla, ayer en la Madero, como se le conoce, en el norponiente de la capital, unos tipos dispararon contra un hombre que estaba en la fila para que vacunaran contra Covid a sus hijos.
Impensable un ataque de ese tipo cuando hay cientos de padres de familia y niños que acuden a cumplir con una convocatoria oficial de Salud Pública.
Los abrazos ya no alcanzan y los balazos sobran.
2.- Era el 19 de junio, pasado Día del Padre, apenas había amanecido y Matamoros, Tamaulipas, inició su conteo de bloqueos por parte de la delincuencia organizada. Al menos, 16 bloqueos se dieron en distintos puntos del municipio, afectando a miles de personas.
Es común que los habitantes de Matamoros tengan grupos de WhatsApp para avisarse del peligro que hay en alguna zona de la ciudad. Así fue como inició la pesadilla a base de automóviles, tráileres y hasta autobuses de pasajeros, colocados en ciertos cruces.
Por supuesto, el toque de la delincuencia no podía faltar: no solamente colocar a las unidades automotrices en medio de cualquier calle o vía rápida, sino prenderle fuego. Así fue como empezó el desastre, alrededor de las siete de la mañana, en la salida a Sendero Nacional.
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Los policías municipales sabían con antelación de lo que ocurriría, así que optaron por una lógica que alivió parte del problema. Sabedores de que no podrían siquiera intentar enfrentarse con los criminales, optaron por estar preparados con grúas y extintores, retirando las unidades quemadas a la mayor velocidad posible.
Sólo así se fueron despejando las vías de la ciudad, hasta lograr la habilitación de casi todos los caminos al filo de las diez de la mañana.
No comentado en la prensa mexicana pero sí en la texana, se informó que el bloqueo fue para demostrar el descontento del cártel del Golfo, por la detención del jefe de escoltas de “El Chaparro”, sobrino de Osiel Cárdenas Guillén, uno de los fundadores del grupo delictivo.
Un detalle llama la atención.
En innumerables videos se ve a los policías municipales, afanosos, moviendo unidades quemadas, pero no se observa una sola unidad de las fuerzas federales.
Dicen los que saben que los militares, la Guardia Civil y los marinos ni se acercaron a las zonas siniestradas, para evitar que los correteen.
Es el saldo de la política de Seguridad de los abrazos, no balazos.
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