Del 6 al 10 de junio se celebrará la novena Cumbre de las Américas en Los Ángeles, Estados Unidos. En este encuentro se reúnen jefes de Estado y representantes de gobierno de países del continente, aunque la novedad para esta ocasión será la exclusión de Cuba y Nicaragua.
Desde su primera edición en 1994, este evento ha tenido como objetivo promover la adopción de una agenda continental en áreas tan diversas como el comercio, la economía, los derechos humanos, el combate a la pobreza, la educación y la sostenibilidad ambiental.
La Cumbre de las Américas ha dejado momentos memorables: desde el entusiasmo de Bill Clinton durante el anuncio del, eventualmente fallido, Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), pasando por las manifestaciones en contra de ese mismo proyecto, o la molestia notoria por la ausencia de Donald Trump en la última edición de la Cumbre, en Lima, Perú en 2018.
Más allá de las anécdotas, lamentablemente la Cumbre de las Américas no ha tenido el éxito que desearíamos, y posiblemente la próxima edición no será muy diferente, por tres razones: el contexto geopolítico, la agenda de temas que se discutirán y los países que puedan llegar a ausentarse.
Primero, hay que recordar el contexto en el cual se desarrollará la cumbre. Para el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es fundamental tener algo que pueda mostrar como un logro de su política exterior hacia América Latina, que en realidad ha sido bastante limitado.
Del mismo modo, un evento que solo sirva de escaparate para la agenda estadounidense no será bien recibido en Latinoamérica. Tampoco servirá si la discusión sustantiva del encuentro solamente aborda aquellos temas que claramente son prioridad para Estados Unidos, migración y medio ambiente, sin que se ofrezca nada en áreas como comercio y cooperación para el desarrollo.
De igual manera, está el tema de los participantes. Las declaraciones de las cumbres anteriores mencionaron enfáticamente temas relacionados con la democracia; de hecho, según la Organización de Estados Americanos (OEA), “la democracia siempre ha sido un tema central en las Cumbres”.
De lo anterior se desprende que Cuba, Nicaragua y Venezuela no hayan sido invitados a la reunión, dado el carácter de sus gobiernos, pero la participación de esos países se ha limitado a un par de invitaciones especiales.
De hecho, en la cumbre del 2018 realizada en Lima, se retiró la invitación a Nicolás Maduro para otorgar esos lugares a opositores venezolanos. Por ello no deja de ser algo sorprendente que ahora un número de países digan que, si no se invita a todos los países del hemisferio, sus mandatarios no irán.
Pero más allá de las estridencias, esto puede representar un problema para Estados Unidos si otros países importantes no asisten a Los Ángeles. Si las ausencias significativas se confirman, el efecto dominó dejará el liderazgo estadounidense lastimado.
Independientemente de lo anterior, de ninguna manera sugeriría que estos eventos son inútiles o que deberían cancelarse. Representan una oportunidad inmejorable para refrendar alianzas, avanzar en temas de corte subregional y bilateral, y para inyectar dinamismo a otros temas.
México tiene que ser muy estratégico sobre cómo realizar su aproximación en este evento. La realidad innegable es que aunque nuestra alma pueda ser latinoamericana, el centro de gravedad de nuestra economía está con Estados Unidos.
Por ello, respaldar a nuestro principal socio, con quién compartimos una intensa agenda en literalmente cualquier tema que podamos pensar, debería ser una prioridad.
Contacto: Antar.mendozaan@udlap.mx
Twitter: @antarmaa
*IC