Para nadie es una sorpresa que la pandemia por Covid-19, que afrontamos desde hace más de dos años, ha afectado no sólo la salud de las personas, sino que además ha “enfermado” a la economía mundial y, desde luego, a la de nuestro país.
Aunado a esto, las propias condiciones geopolíticas en el entorno global, ligadas a los actuales conflictos bélicos y comerciales, se han reflejado en un panorama complicado, que perjudica a quienes menos tienen. Los precios de los insumos básicos han aumentado estrepitosamente y las oportunidades de trabajo han ido a la baja.
Tan sólo de octubre de 2020 a julio de 2021,el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que un estimado de 1.6 millones de negocios mexicanos cerraron de forma definitiva, en medio de la crisis de la Covid-19.
Es por ello que una de las cuestiones de las que más se habla en este momento es de la urgente necesidad de promoverla creación de empleo, a través del impulso de emprendimientos.
Precisamente el próximo 16 de abril se celebrará el Día Mundial del Emprendimiento, una fecha que destaca el espíritu innovador en la creación de negocios, ya que ser un emprendedor, más allá de buscar incidencia en el entorno económico, es una cuestión de actitud y aptitud ante el mundo, con el fin de aprovechar las oportunidades que se presentan.
De acuerdo a los Censos Económicos 2019 del INEGI, el 99.8% de los establecimientos del país son micro, pequeños o medianos,los cuales día a día mueven la economía de las familias de todo el país.
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Esta cifra nos habla de que sin duda existe en México la semilla del emprendimiento, ya que se cuenta con el ímpetu para materializar las ideas en un negocio, sin embargo es también una realidad que la mayoría desiste en el corto plazo por no obtener los resultados esperados.
Desde esta perspectiva podemos ver que no bastan las ganas para iniciar un negocio, se requiere que las y los emprendedores también cuenten con la preparación y las herramientas que les permitan hacer frente a los embates de la vida, así como a forjar una mentalidad orientada al crecimiento y a la innovación para hacer crecer su idea en un negocio, e incluso con el tiempo, en el establecimiento firme de una gran empresa.
Precisamente, en el Informe de Competitividad Global (GCI, por sus siglas en inglés) elaborado por el Foro Económico Mundial, el cual clasifica a los países en función de la etapa en que se encuentra su economía, se vislumbran tres perspectivas al respecto: impulsada por la innovación, por factores o por la eficiencia. Cada una de estas etapas implica un grado creciente de complejidad en la empresa.
Al respecto, esta medición indica que México está impulsado por la eficiencia, lo cual vislumbra importantes oportunidades para ganar competitividad en factores de innovación y sofisticación.
La ventaja de las naciones que avanzan hacia la fase impulsada por la innovación radica en que pueden soportar salarios más altos y mejorar el nivel de vida si sus organizaciones son capaces de ofrecer productos y servicios nuevos o únicos en el mercado.
Precisamente, ahí radica la principal oportunidad tanto para la economía como para los propios emprendedores, en el producir bienes con la ayuda de procesos de producción sofisticados basados en el conocimiento, la innovación y, por supuesto, la tecnología.
Es por ello que si ciertamente, como país debemos apostar al impulso de los emprendimientos, esta labor debe realizarse privilegiando la preparación en la innovación, que le lleve a imprimir un valor agregado a sus productos y servicios y con ello, incluso, abrir nuevos mercados.
Dentro de este ámbito será importante que desde todos los sectores se sumen fuerzas. Desde luego el gobierno deberá impulsar las condiciones para que se genere un entorno tendiente a la innovación, pero también deberá hacerlo de la mano de la propia industria y de la academia, para dotar de las herramientas que permitan afrontar al cambio como la única constante de un mercado inmerso en la competitividad global.
*IC